¿Te has parado a pensar en qué gastas tu dinero?
¿Cuánto gastas en cafés o desayunos en cafeterías?
¿Cuánto gastas en cervecitas?
¿Cuánto gastas en tabaco?
¿Y en ropa…?
¿Cuánto gastas en objetos que compras por impulso y que realmente no necesitas?
¿Cuánto gastas en decorar tu cuerpo?
¿Y en comida basura?
Muchas veces gastamos porque sí… fácilmente, sin ponerle pegas… en cosas que quizás, no son vitales…
Para luego racanear en lo esencial, lo que tu cuerpo necesita llevarse a la boca…
Y ahí, buscamos lo más barato, compramos la marca blanca, procesados en grandes superficies llenos de químicos y colorantes, cosmética llena de tóxicos que van saturando nuestro organismo…
Y elegimos el restaurante más barato, a sabiendas de que es imposible ofrecer unos alimentos de calidad a ese precio.
Evitamos comprar producto ecológico porque nos parece caro, exigimos a nuestros hortelanos que mantengan unos precios ajustados, mientras nos dedicamos a dejar nuestro dinero a grandes marcas porque resultan más baratas o a comprar por internet porque me ahorro unos céntimos…
Sin darnos cuenta de que cada elección que tomo, cuenta…
Parece darnos igual que el agricultor tenga que dejar de producir, que el comerciante tenga que cerrar su negocio, que el autónomo tenga que dejar de serlo, mientras yo, pueda seguir consumiendo barato…
Y así vivimos en una absoluta falta de coherencia con lo que decimos y nos parece adecuado, y lo que realmente hacemos…
Y el mundo a su vez, se torna un lugar incoherente…
Y echamos la culpa a los de arriba, porque así es más sencillo y parece que no me salpica…
… mientras que yo, no soy capaz de hacer un acto justo en mi mundo…
… mientras que yo, no soy capaz de dar el valor que se merece a las cosas…