La inflamación es una respuesta natural de nuestro organismo para defenderse de tóxicos, gérmenes, infecciones, traumatismos u otras amenazas. Este tipo de inflamación, conocida como inflamación aguda, es necesaria para eliminar la amenaza, reducir el daño y reparar lo más rápidamente posible.
Sin embargo, en ocasiones, la inflamación se convierte en crónica, manteniendo al sistema en alerta constante, aunque la persona no sea consciente de ello, pues sus síntomas pueden no ser agudos.
Este tipo de inflación persistente resulta perjudicial para nuestra salud y se asocia a una mayor incidencia de enfermedades neurodegenerativas, resistencia a la insulina, síndrome metabólico, hipertensión, mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, depresión y cánceres, etc., acelerando, además, nuestro envejecimiento.
Este tipo de inflamación sistémica responde muy bien a un ajuste en la alimentación y el estilo de vida, que necesita volver a lo simple, lo natural, a la búsqueda de una vida más serena, en contacto con la naturaleza, menos exigente y más calma.
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